Este taller busca romper estereotipos y brinda herramientas a mujeres para hacer reparaciones y construcciones en el hogar.
Pero allí, las verdaderas protagonistas son unas entusiastas mujeres y la creatividad que se manifiesta a través de sus manos. Eso lo logra el taller Albanistería, que más allá de implementar la enseñanza a través de la solidaridad, busca impactar y transformar el discurso popular de que tareas como cambiar cerraduras, elaborar muebles, arreglar un fregadero y el uso de herramientas –por mencionar algunas- son solo para los hombres.
Zulnette “Zuly” García lleva 17 años trabajando con mujeres víctimas de violencia que se encuentran en hogares transitorios o permanentes. En ese camino se dio cuenta de que a veces estaban un viernes en la tarde buscando quién les cambiara la cerradura de un apartamento por asuntos de seguridad, o quién les arreglara un fregadero o un inodoro.
“Los proyectos no tienen partida de dinero para eso, por lo que teníamos que buscar a alguien que estuviera disponible, que lo hiciera pro bono o hacer un pote entre varias para pagar el servicio, si la participante no podía pagarlo”, contó Zuly, quien a la vez resaltó lo simple que ha sido hacerlo ellas mismas.
Sin embargo, la pregunta que trae a la mesa es por qué a las mujeres no se les enseña ese tipo de tareas cuando representan más de la mitad de población, la mayoría son jefas de familia y están al cuidado de otras personas.
“La cultura y otra gente ha determinado para qué somos buenas las mujeres, y esas determinaciones nos han conducido al cuido de niños, la limpieza de la casa, la cocina y al cuido de los envejecientes, y nos han limitado el aprendizaje de destrezas que tienen que ver con la cotidianidad de habitar una casa”, manifestó.
En ese mismo caminar, conoció a Alba Montero, una mujer que se ha dedicado a ser ebanista por casi tres décadas y con quien ideó la realización de unos talleres a mujeres sobrevivientes de violencia, quienes a través de estos aprendieron a cambiar cerraduras y goznes de gabinetes, usar taladro y caladora, así como a trabajar con electricidad básica.
“Entre lo que aprendimos es que las mujeres, además de tener un proceso cognitivo, de aprender una destreza nueva, las obliga a estar presentes. Quienes trabajamos con traumas, sabemos que nuestras participantes no siempre tienen la capacidad de estar presente en los talleres porque su cabeza está en otro lugar tratando resolver cosas que tal vez no puede resolver. Además de que este tipo de trabajo las obliga a estar presente, terminaban con un producto, lo que hacía que concluyeran el taller con un sentido de orgullo: ‘yo hice esto’ o ‘yo puedo hacer esto’. Eso es uno de los elementos importantes del apoderamiento. En 17 años de servicio, nunca había visto una estrategia que nos diera una sensación de apoderamiento para las participantes tan inmediata como los talleres de bricolaje (’handy works’)”, aseguró Zuly.
Desde entonces, tanto Zuly como Alba coincidieron que esa iniciativa no se podía limitar exclusivamente a este sector, sino que era una necesidad de todas las mujeres. De comenzar a ofrecer talleres en la marquesina de una casa a inicios del 2020 y luego tener que pausar varios meses por la pandemia, surgió un nuevo comienzo bajo el nombre de Albanistería, no un taller de ebanistería cualquiera, sino el taller de Alba, ubicado en Bayamón, donde trabajan con un solo propósito: empoderar a las mujeres. Hasta el taller en suelo bayamonés, han llegado mujeres desde todas partes de la isla.
Desde ahí, ofrecen cuatro talleres activos: “Handywork 101″, en el que enseñan acerca del uso de herramientas manuales, taladro destornillador, cerraduras y goznes de gabinete, y ensamblaje de piezas (tornillos, barrena), y “Hardywork 102″, en el que se aprende sobre electricidad básica y el uso del taladro martillo. Un tercer curso es acerca de plomería básica y un cuarto es sobre laminado de muebles. Un quinto taller está por estrenar sobre empajillado, una destreza que se ha perdido con el transcurso del tiempo.
El pago del taller incluye todo. Lo único que necesitan son zapatos cerrados, mascarilla y voluntad de aprender. Todo lo demás lo ponen las mujeres de Albanistería, que cuenta con algunas mujeres que hacen internados como Ana Gabriela Alicea, pescadora comercial. De igual modo, la joven Valeria Soto, quien además de contar con un bachillerato en agronomía y trabajar en el aeropuerto, también divide su tiempo ejerciendo como asistente de ebanista.
“Parte de lo que trabajamos en los talleres es que las mujeres escuchan las voces que no son de ellas. Cada vez que dicen ‘yo no soy buena para esto’, esas voces no son nuestras. Esas voces son la cultura y el patriarcado, que nos ha dicho que para lo que servimos es para ‘x’y ‘y’. Cada vez que las escucho diciendo eso, les pido que lo cancelen, que esa voz no es suya. Es un proceso de aprendizaje y el primer paso es atreverse a usar las herramientas. Esto es un espacio también para ser feliz. No lo sufras, diviértete en el proceso. Si te equivocaste, aprendiste que eso que hiciste no lo puedes hacer, y toca hacerlo diferente”, expresó Zuly.
Cambió los libros por la madera
Por su parte, con voz calmada y afable, Alba comparte la gratificante experiencia que ha sido poner su conocimiento a la disposición de otras mujeres. Su profesión dio un giro porque, según explica, no es lo mismo hacer un mueble para un cliente que enseñar, sobre todo a mujeres que quieren aprender. Asegura que esto le ha cambiado la vida.
“Jamás pensé el que una mujer aprendiera a usar herramientas la motivara tanto. No he visto motivación instantánea y absoluta de una mujer que descubre que puede usar un taladro y montar una caja. Que le prenda una bombilla cuando está ensamblando un enchufe y que de verdad se dé cuenta de que la electricidad no la va a matar, sino que va a funcionar, eso es ‘priceless’”, compartió Alba, quien junto a un socio logró alquilar dicho espacio que les permite ejercer y tenerlo a la disposición de los talleres.
Esta mujer, que estudió literatura y trabajó en librerías, cambió las letras por la madera. Haber tomado varias certificaciones, han hecho que por 29 años se haya dedicado a ser ebanista, restauradora de muebles y “handy woman”, que incluye plomería y electricidad básica, además de montar lámparas y abanicos de techo, lavamanos, fregaderos, entre otros.
“No me arrepiento ni un solo santo día y no he estado desempleada ni un solo santo día, ni siquiera para cuando el huracán, ni siquiera cuando la pandemia. Si sabes de ebanistería y usar herramientas, sabes arreglar lo que sea”, expresó la mujer, quien hasta hace poco desconocía que tenía el talento para enseñar a otros y con una paciencia envidiable.
“El secreto es que si tú aprendes en un ambiente de paz, tranquilidad y alegría, a ti se te pega todo. Donde te gritan y molestan, tú no aprendes, tú te quieres ir. Esto es para pasarla bien, si no la pasamos bien, no se aprende. Eso está demostrado”, sentenció a la vez que mencionó un eslógan que suelen usar en el taller: “no es ciencia es paciencia”.
Recaudación de fondos para otorgar becas
Albanistería es un proyecto que en menos de dos años ha impactado a unas 650 mujeres y 200 niñas. Actualmente, se mueve a convertir un área en una organización sin fines de lucro para ampliar sus servicios a mujeres que no pueden pagar los talleres.
Con el aprendizaje adquirido, las posibilidades son infinitas de todo lo que pueden crear con madera, con lo que también se puede capitalizar para lograr una independencia económica.
Parte de las iniciativas en la recaudación de fondos ha sido la celebración del evento “Handy expertas” en el que, en alianza con Maderera Don Estevez, Ferretería Valerie y el proyecto En Madera. Con este lograron recaudar dinero para entregar 20 becas, 10 para adultas y las otras 10 para niñas.
Para información, visita su página en Facebook.
Editada.
Fuente: El Nuevo Día / 15 de enero 2022