Bajo la dirección del técnico ponceño, los Vaqueros de Bayamón arrancaron la temporada con cuatro victorias en cinco juegos
Cuando todavía era un joven estudiante de 23 años en la Pontificia Universidad Católica, Nelson Colón recibió un discurso de su progenitor que, eventualmente, resultó ser una despedida.
Su progenitor falleció inesperadamente un día después de un paro cardiaco, pero el hoy dirigente de los Vaqueros de Bayamón nunca olvidó el speech que recibió. Ese discurso caló tan hondo que lo sacó de su indecisión, pues estaba vacilante en torno a si debía comenzar una carrera como técnico.
Colón debutaría seis años después al mando de los Atléticos de San Germán, una de las franquicias de mayor historia en el Baloncesto Superior Nacional (BSN). Luego, el técnico de 38 años no ha hecho otra cosa que escalar peldaños y éxitos, pues luego dirigió otra de las organizaciones más ganadoras del básquet local, los Leones de su ciudad de Ponce, y acaba de debutar al frente de los Vaqueros, igualmente un club de mucha tradición. Casualmente, se trata de las tres franquicias que comparten el liderato de más campeonatos (14) en el BSN.
Con una arrancada de 4-1 esta campaña, Colón comenzó una relación de luna de miel con la fanaticada vaquera, y con sus jugadores que le han respondido de maravilla.
Colón, que tiene a su haber dos campeonatos y un subcampeonato con los Leones, conversó con El Nuevo Día sobre su gran inicio de temporada.
¿Cómo te sientes ante una fanaticada y una organización tan exigente?
—Las expectativas siempre van a estar cuando los equipos tienen fanaticadas que creen en el equipo y quieren ganar. Creen en el equipo, en el producto, y esperan que al año siguiente se haga un equipo para ganar. Pasó en Ponce y en San Germán. Aspiramos a ser el mejor banco de la liga, aspiramos a que nuestros jugadores que comienzan (el juego) entiendan que es un juego de conjunto. Y eso se ha proyectado en los fanáticos. Nos están siguiendo y están contentos. Cuando tú sales de Ponce, que tiene 14 campeonatos, y vienes a Bayamón, que ha ganado campeonatos en todas las décadas, la responsabilidad que se siente es grande. La gerencia ha sido cooperadora para tener un buen talento y buen producto para nuestra fanaticada.
¿Entonces arrancar ganando en una plaza así es un alivio?
—Este equipo tiene una noche que comparte con los abonados (en la temporada muerta).Se les abre el micrófono y ellos hacen preguntas. Cuando fui, se paró un abonado y dijo: “yo llevo 38 años de abonado y desde ahora te digo que tienes ocho juegos. Si en ocho juegos no produces, vas a sentir la presión vaquera”. Lo vi en Quebradillas (el jueves), y lo que hizo fue darme un abrazo, decirme que se siente bien contento, orgulloso del equipo. Pero en esto hay altos y bajos. Vamos a ganar, vamos a perder partidos, y es importante que todo el mundo sepa eso. Vamos a ver si cuando caigamos en una rachita negativa, me dan el mismo cariño (ríe).
En San Germán estuviste cuatro temporadas y en Ponce cinco.¿Qué tiene Nelson que las gerencias de los equipos te compran la idea de una relación a largo plazo?
—Ser honesto, transparente y ser tú mismo. Demostrar que se viene a trabajar, y no de vacaciones. Estuvimos aquí dos meses y medio entrenando a doble turno. En el proceso, dar lo mejor de ti. Cuando haces eso, encarrilas a todo el mundo detrás de una idea, del objetivo y de las metas. Te compran el concepto y te dan la oportunidad. Tuve la bendición de dirigir en mi pueblo, verlo ganar, y de ver a mi gente feliz porque volvimos a la cima. Pero yo sabía que era cuestión de tiempo. Los dirigentes tienen un tiempo en los equipos. Ahora en esto (los Vaqueros) me vuelvo a enamorar de un proyecto, a construir y verlo crecer.
¿Cuál es la dinámica? ¿Los convences con una propuesta que debe ser una relación a largo plazo?
—Sí, hago una propuesta; hablamos de los planes a largo plazo. Pero creo que cuando eres líder, lo eres por el ejemplo, no diciendo que eres un líder. Cuando empiezas a crear y estás en el proceso y en las prácticas, creo que la gente se da cuenta del compromiso. El compromiso hace la diferencia entre la palabra y la promesa. Creo que eso es lo que más he tenido.
¿Cuánto significó San Germán para ti como escuela?
—Bueno, sin San Germán yo no existiera (como dirigente). Si no hubiese empezado como asistente de Ray Amalbert (2006) y de Flor Meléndez (2007-2008)… Fueron tres años de tremendas escuelas, con tremendos maestros y mentores. Personas que me dieron oportunidades. No era un asistente silente llevando numeritos y estadísticas. Era un asistente que tenía mi momento en las prácticas, que me dejaron crecer. Las oportunidades las pone el Señor en el camino, y uno tiene que estar listo para aprovecharlas. Hay que prepararse y estudiar. Yo dije que no quería llegar, sino mantenerme. Y ya llevo 10 temporadas.
¿Cómo fue que llegó esa oportunidad en San Germán?
—Jugué baloncesto un poquito. Siempre me interesó lo de dirigente. Mientras jugaba, dirigía. Tenía 17 años y dirigía nenes de 10 y 11 en el Club Ponce Leones. Llegó el momento que terminé de jugar en la LAI y me enfoqué en estudiar. Empecé a prepararme como entrenador y estaba ahí (indeciso)… “lo hago o no lo hago”. Mi papá, un sábado porla mañana, me llamó y me dio un sermón y se despide de mí. Al otro día, se muere. De lo que me estaba hablando mi papá era de lo que entendía que yo podía hacer en el futuro si me enfocaba. Esa fue una de las cosas que más me tocó. Creo que la oportunidad llegó en el Sub-25 (la Superliga), la liga de Flor Meléndez (donde dirigió a Guayanilla, Ponce y Hormigueros). Ahí me vio la gente de San Germán y recibí una llamada de mi amigo Oscar Santiago recomendándome para San Germán.
Fuente: elnuevodia.com \ 15 de mayo de 2018