Parecía una tarde de un miércoles cualquiera para jugar fútbol en el Bayamón Soccer Complex cuando la nueva realidad que vive Puerto Rico se vio reflejada desde la entrada del complejo deportivo.
En medio del tráfico para acceder a la instalación, dos adolescentes uniformados y con mochilas se bajaron de los respectivos autos de sus padres portando mascarillas. Inmediatamente, se saludaron con los nudillos antes de pasar a la caseta del guardia de seguridad. Nada de choque de manos ni abrazos.
Es la norma que a principios de 2020 jamás se pensó que se experimentaría en la isla y en el mundo, hasta que llegó la pandemia del COVID-19, enfermedad que obligó a establecer protocolos para dar marcha nuevamente a los entrenamientos del club Bayamón FC, que comenzaron el pasado lunes —luego de tres meses de confinamiento— bajo las reglas de la pasada Carta Circular del Departamento de Recreación y Deportes (DRD), que permitía la agrupación de seis atletas con un entrenador.
El Bayamón FC, uno de los clubes de fútbol más grandes de isla con una membresía de unos 437 varones y féminas —desde los 3 a 20 años— permanecerá bajo este formato hasta el próximo lunes, cuando se permitirá las sesiones de prácticas con equipos completos.
Por el momento, la jornada en el Bayamón Soccer Complex se divide en cuatro sesiones de una hora, de 4:30 p.m. a 9:00 p.m.
Antes de acceder al césped, los participantes atraviesan por un proceso que se asemeja a un protocolo militar. Tienen que hacer una fila con el distanciamiento de seis pies requerido antes de dirigirse a una carpa donde cuelga un cartel con las instrucciones salubristas a seguir.
Debajo del toldo, una empleada con un termómetro digital hace dos preguntas de rigor a todos los jugadores con tapabocas y de diferentes edades: nombre y categoría. Acto seguido, una segunda trabajadora apunta la temperatura registrada para llevar un registro de cada miembro. Tras lavarse las manos con un desinfectante, los atletas esperan las llamadas de sus respectivos entrenadores para entrar al campo.
En el proceso, ninguno quiebra la formación.
“Básicamente, es lo requerido”, dijo Alberto Santiago, presidente del Bayamón FC sobre la novel rutina.
El lunes, el complejo recibió la visita de 247 integrantes. El miércoles, el número alcanzaba los 225.
“Realmente, estoy contento por la acogida. Era una incertidumbre porque en estos meses usualmente estamos en receso, salvo los campamentos. La respuesta ha sido positiva y se ve. Lo importante es que los chicos y chicas están nuevamente en la cancha y están teniendo actividad física. Dentro de lo negativo, van a tener un buen tiempo de preparación antes de que comience la competencia (en agosto)”, agregó.
Lo único que parece normal son los jóvenes estirándose y realizando sus rutinas, sin mascarillas, en el campo. Sin embargo, no hay nadie en las gradas para ver sus ejecutorias, ya que no se permite la presencia de padres en el área. Algunos esperan en sus autos en el estacionamiento del complejo.
Allí, se encontraba Glenda Rodríguez, madre de Andrea y Fabián Gascot, de 17 y 13 años, respectivamente, y quien se mostró aliviada por el retorno de las clínicas.
“Es una emoción. Es algo que le hacía mucha falta a los chicos, que nos hacía falta a todos para volver a caer, tal vez en la rutina o en la normalidad. Veo que va todo bien. Nos encantó la experiencia de cómo están llevando la seguridad y el protocolo, la desinfección de los balones. Estamos muy agradecidos con eso”, declaró.
De vuelta al césped, el coach español José Luis López, de 73 años, con mascarilla y guantes, y quien en los 90 dirigió la Selección Nacional, pedía intensidad en los disparos al arco de las jugadoras Angely Luna, Alison Núñez e Iyanla Bailey, las tres de nivel superior.
Luna, de 21 años, lleva unos meses con el club y milita en la División 1 de la NCAA con la Universidad de Indiana East, mientras que Núñez, de 20 años, juega para el onceno femenino del Bayamón FC y la Universidad Interamericana, y Bailey, de 17 años, también del equipo Bayamón FC e integrante de la selección de St. Kitts
Evidente la emoción
Luna no volvió a Indiana después de regresar a la isla durante el descanso de primavera antes que estallara la emergencia en marzo. Terminó el semestre en línea y se integró al club para mantenerse en forma. Tiene que reportarse a la universidad el 4 de agosto.
“Realmente, necesitábamos esto. Era algo que añoramos por mucho tiempo. Estamos felices de volver en el campo. Me mantuve en forma en casa con un programa que me envió el coach de Indiana para estar ejercitada y no parar. Pero, es bueno estar en casa. Aquí en Bayamón están tomando todas las medidas necesarias. Realmente, no siento miedo”, comentó Luna.
Núñez compartió las expresiones de Luna.
“Agradecida con todos los protocolos que tienen que nos da la oportunidad de volver al campo tan rápido. Feliz de volver. Desde pequeña juego. Esto es una escapatoria de todo. Estar fuera tres meses me causó ansiedad. No había tocado un balón porque no tengo uno en casa”, confesó.
Aunque estar en el terreno es una satisfacción, quedan las ganas de jugar, de enfrentarse y chocar lo cuerpos, de crear jugadas, lo cual está prohibido por el momento debido distanciamiento físico.
El veterano entrenador Leander “Cuba” Betancourt, encargado del grupo de Sub-20, expresó el reto de mantener a los jugadores centrados durante el entrenamiento.
“Están locos por jugar. Se les nota en la cara, pero estamos un poco limitados. No es fácil. Ellos quieren juntarse, pasarse, quieren tirar y jugar. A veces tu ves que les das un trabajo, ves como que se cansan y lo que quieren es jugar. Hay que hablar con ellos, que esto es así al principio y que le echen ganas. Que más adelante se va a flexibilidad un poco”, compartió Betancourt, por su lado.
En otra zona del complejo, el también entrenador español Delfín Ferreres tenía a cargo un grupo Sub-13. El técnico dirige al conjunto masculino del Bayamón FC, líder en la tabla de posiciones de la temporada 2020 de la Liga Puertorriqueña de Fútbol, en pausa por la pandemia. También, es el director de los entrenadores en el club.
Ferreres aseguró estar curado de espanto en Puerto Rico, luego de vivir el huracán María y los terremotos en los pasados tres años, por lo que su compromiso con los chicos permanece firme en medio de otra emergencia histórica.
“Teníamos claro de que esta actividad es una que apasiona a los niños y teníamos que comenzar, siguiendo los protocolos marcados por el DRD. Nos ha ido mejor de lo que esperaba, y eso ha sido gracias a la ayuda y colaboración de las familias que han traído a los niños aquí confiando en nosotros para trabajar lo que se puede trabajar hasta el momento”, apuntó.
El atardecer dibujaba de naranja intenso el cielo mientras se acercaba la hora del cambio de turno para el último entrenamiento a las 7:45 p.m. Tras sudar en el campo, los jóvenes y niños recogen sus pertenencias y se dirigen a unas gradas cerca de la carretera principal, zona de espera para ser recogidos.
Los padres tienen que hacer una fila estilo servicarro, dar el nombre de su hijo o hija a un empleado, quien por radio control hace el llamado del menor solicitado para que se dirija al vehículo de su familiar.
De vuelta a la entrada principal, se repite la fila para el registro de los integrantes que se reencontrarán con los balones. Es un proceso necesario que abre las puertas a una de cierta normalidad para los niños y niñas que adoran el fútbol.
Editado. Fuente: El Nuevo Día – 3 de julio 2020